Al hablar en público (por ejemplo, en presentaciones de empresa) las emociones se pueden generar mediante las palabras, el tono de voz, el ritmo, las pausas o los gestos. La sutileza puede estar en la combinación de señales verbales y no verbales, o en la introducción de algunas palabras o expresiones de modo estratégico. Por ejemplo, si añades a una frase la coletilla “de mi vida”, la frase se vuelve más emocional. No produce el mismo efecto en el oyente la expresión “he pasado cinco años (haciendo, estudiando…)” que la expresión “he pasado cinco años de mi vida…”
Para que un discurso sea emocional debe contar una historia creíble. El buen comunicador es aquel que es capaz de transmitir mensajes convincentes. En comunicación, no se puede vencer sin convencer. Y nadie convence del todo si no es emocionalmente.
Las emociones que se pueden expresar van desde el orgullo hasta el arrepentimiento, y responden a diferentes funciones que se expresan mediante el lenguaje verbal y el no verbal.
Son varios los factores que contribuyen al éxito de una presentación o un discurso en público:
- Claridad. Nunca olvides que los mensajes enrevesados desincentivan la escucha y cansan.
- Sencillez. En tus intervenciones en público introduce, como mucho, tres o cuatro ideas. Normalmente no vas a encontrar gente con mayor capacidad de asimilación.
- Orden y ritmo. Al igual que en gimnasia rítmica, hay que mantener el tipo durante todo el ejercicio. De poco sirve un gran comienzo e incluso un gran desarrollo si falla el final. Hay comunicadores con una gran energía que cuando salen a escena comienzan en un tono muy alto y mantienen este tono a lo largo de todo el proceso. El resultado suele ser agotador. Sus mensajes son percibidos de modo imperativo y al poco tiempo el público deja de atenderlos. Por el contrario, hay comunicadores que salen a escena y hablan en un tono muy bajo, como si tuvieran miedo de ser escuchados. A estos también se les deja de prestar atención si prolongan esta situación demasiado tiempo.
- Brevedad. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Se puede estropear una digestión por comer demasiado de algo bueno. Hasta el mejor manjar puede empachar. Los mensajes breves son más efectivos porque es menos costoso tanto prestarles atención como recordarlos. Se trata de que el público quede bien o con ganas de más, según el objetivo de la exposición. Sigue el consejo del profesor Enrique Tierno Galván, para quien un buen pregón “debía ser corto y enseñar mucho, como las minifaldas”.
- Naturalidad. Se consigue después de mucho ensayo y mucha experiencia. Cuidado con aparecer de modo hierático, frío, sin emociones. Estar en calma es muy deseable, pero no el actuar ajeno a cualquier sentimiento.
- Modestia. La percepción de prepotencia pone a nuestros interlocutores a la defensiva.
- Inclusividad. Siempre que sea posible, incluye a la audiencia en tu discurso, hablando en plural mayestático (por ejemplo, “cuando pensamos…”). Esto hará que te escuchen más atentamente. También puedes lanzar preguntas para implicar a la audiencia. Los recuerdos comunes siempre permiten conectar mejor con el público.
- Pasión. Transmite entusiasmo. La pasión es una señal de compromiso.
- Honestidad. La sinceridad es un indicador de que quien habla es confiable. Si confían en ti, te escucharán más y mejor.
- Seguridad. El autocontrol se percibe como una señal de poder. La seguridad y el poder impresionan. Ante algo seguro la gente se para. Ante algo inseguro, la gente huye o lo desprecia. Para mostrar seguridad debes mirar al público de forma directa. El lenguaje corporal es fundamental y no hay que dejar nunca que el cuerpo exprese miedo o nerviosismo. Controla tu tono de voz: lo puedes utilizar para convencer susurrando o para enfatizar algo en un momento dado. Las pausas son un signo inequívoco de fortaleza y de control, además de ser una magnífica herramienta para favorecer que el público reflexione.
- Flexibilidad. Comunicar implica modular y dirigir la fuerza. Imagina una enorme presa llena de agua. En función de las necesidades y del momento se abrirán las compuertas para que salga más o menos caudal. Con la comunicación sucede algo parecido: es tu impulso el que guía a las personas.