¿Cuántas veces te has sorprendido a tí mismo reaccionando de una manera inesperada, tanto de manera positiva como negativa? Digo inesperada, claro, desde tu propia perspectiva, desde tus creencias, principios y valores –para otra persona, tu conducta puede haber sido desde mucho más impropia hasta perfectamente correcta-.
Tanto si has reaccionado bien, como mal, te invito a que pienses –antes de seguir leyendo- dos situaciones: una en la que no hubieras deseado reaccionar de esa forma y otra en la que te has sorprendido por haber reaccionado así.
La segunda forma –la de reaccionar mejor de lo que te esperas- es la que le sucedió a Arquímedes. Miguel Amoros, en el “Blog de los niños” se refiere a la historia de Arquímedes comentando el libro “Física divertida para gente curiosa” de Tom Adams y Thomas Flintham. Te voy a contar su historia:
El rey Hierón II de Siracusa en el siglo III a.C. pidió a un orfebre que le hiciera una corona de oro y, para ello, le dio un lingote de oro puro. Una vez terminada la corona el orfebre se la entregó al rey. Pero a éste le entró la duda sobre si el artesano habría sido honesto o se habría quedado parte del oro. El rey Hierón pidió ayuda a Arquímedes que era la persona más sabia del lugar.
Arquímedes era inventor, físico, matemático e ingeniero. Por aquella época intentaba resolver el porqué de la flotación de los cuerpos; él se preguntó por qué algunos cuerpos se quedan flotando, otros se quedan por debajo de la superficie del agua y otros descendían hasta el fondo. Así, Arquímedes empezó a pensar cómo resolver este problema. La corona pesaba lo mismo que el lingote de oro original, pero el artesano podía haber cambiado oro por otro metal más barato.
Todo ocurrió un día cuando Arquímedes estaba dándose un baño en una tina llena de agua y, al sumergirse en la bañera, se dio cuenta cómo subía el nivel del agua. En ese momento se le iluminó la mente y la idea -el resultado que quería ver- salió de su mente inconsciente a su mente consciente. Cuando pasó aquello, emocionado gritó “EUREKA» que significa en griego «lo encontré». Después de esto, Arquímedes salió desnudo por las calles de Siracusa gritando «Eureka, eureka». Arquímedes pensó que el volumen de agua que ascendía era similar al volumen de su cuerpo sumergido. Con este hallazgo podría resolver el problema del rey, porque la corona realizada y un lingote de oro de su mismo peso deberían desplazar el mismo volumen de agua. De esta forma se demostró que el volumen de la corona era diferente que el del lingote, por lo cual la corona era falsa y el orfebre era un estafador.
Esta situación que vivió Arquímedes la viven todos los científicos, todas las mentes creadoras, todas las personas que quieren un cambio en sus vidas… Lo que dijo Arquímedes se convirtió en el símbolo para explicar el poder de nuestra mente inconsciente, el efecto Eureka. Todos tenemos estos momentos y cada uno los encontrará en sus motivaciones, valores, gustos, satisfacciones y capacidades.
El efecto Eureka consiste en tener la sensación de haber tenido una idea brillante (iluminación mental), lo cual va acompañado de un proceso bioquímico asociado con las ondas cerebrales ALPHA y THETA. También se puede entrenar mediante procesos de control mental. Sabemos que existen diferentes estados mentales, en función de las frecuencias de las ondas cerebrales
Así, las ondas cerebrales con frecuencia comprendida entre 27hz y 14hz se denominan ondas BETA. En este estado mental la persona percibe el espacio y el tiempo, siendo la actividad en el hemisferio izquierdo del cerebro elevada. El estado ALPHA es intuitivo; es el estado de aprendizaje acelerado. La sensación es de alegría y bienestar y se posee una claridad mental que permite una elevada concentración. Estas ondas cerebrales tienen frecuencias entre 14hz y 8hz. Las ondas cerebrales con frecuencias entre 8hz y 5hz se denominan ondas THETA. Este es el estado de descanso profundo y de alta creatividad. Las ondas DELTA se producen durante el sueño profundo. Las personas deben pasar un determinado tiempo en este estado pues de lo contrario no se rendirá adecuadamente. Estas ondas cerebrales tienen frecuencias entre 5hz y 2 hz. También se producen cambios en los estados mentales: cuando pasamos de una actividad física elevada al reposo, cuando pasamos a un estado de euforia, de la confusión a la claridad, etc…se producen cambios bioquímicos con el consiguiente cambio en las frecuencias de ondas cerebrales.
La primera reacción –cuando respondemos de la forma no deseada de manera inconsciente, aunque puede ser aceptada como positiva- está también relacionada con nuestro cerebro reptiliano…¿Cuántas personas conoces, conocemos (incluso todos tenemos rasgos de este perfil) que pierden el control fácilmente? ¿Recuerdas la última vez que “explotaste” y dijiste cosas que no sentías y de las que posteriormente te arrepentiste?
Según Goleman, nuestro cerebro toma decisiones continuamente sin siquiera consultarlas con los lóbulos frontales y demás zonas analíticas de nuestro cerebro pensante. Alrededor del tallo encefálico se sitúa la región más primitiva de nuestro cerebro (cerebro reptiliano). Gracias a éste, nuestros primeros ancestros pudieron ir ajustando sus acciones para adaptarse a las exigencias de un entorno cambiante. Así, fueron desarrollando la capacidad de identificar los peligros, temerlos y evitarlos. Si bien esto pudo ser determinante para la supervivencia de nuestros ancestros en situaciones en las que unas milésimas de segundos significaban la diferencia entre vida o muerte, en el sofisticado mundo social de hoy en día puede resultar desproporcionado y hasta catastrófico. Así, por ejemplo, no es de sorprender que una persona que haya sufrido un fuerte trauma tras haber sido asediada sexualmente por un antiguo jefe, tenga una reacción exagerada y violenta cuando se enfrente a un escenario similar al del ataque. Muchas veces incluso nuestros recuerdos –aparte de nuestras reacciones- son del todo inconscientes.
Por ultimo recordar que los estudios sobre mente consciente y la llamada mente subconsciente afirman que la mente consciente supone como mucho un 12% del total de nuestra mente, mientras que el 88% (o más) restante corresponde a la mente subconsciente. Según la teoría de los niveles de conciencia de Freud (la metáfora del iceberg) la parte consciente del ser humano equivale a la punta del iceberg: un pequeño fragmento que muchas veces solemos interpretar como la totalidad de nuestro pensamiento o «psique». Esta es la mente consciente. Sin embargo, debajo de este pensamiento se encuentran otros niveles menos visibles: la mente preconsciente y la inconsciente.
Mª Belén Lozano García
Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Salamanca