La Comisión Europea propuso la semana pasada reducir un 15% el consumo de gas para afrontar un posible corte de suministro por parte de Rusia. La invasión de Ucrania mantiene a la economía europea en un jaque permanente. ¿Debería justificar esto un cambio de nuestras políticas energéticas y ambientales? El sentido común dice que sí. Pero para muchos es más costoso cambiar de creencias que inventar excusas; detestan reconocer que se han equivocado porque rectificar dañaría los intereses que les movieron a tomar ciertas decisiones que han probado desacertadas.
Por una parte, durante los últimos meses se nos ha intentado convencer del carácter exógeno (en este caso, la supuesta locura de Putin) y, por tanto, transitorio de esta crisis. Por consiguiente, una vez que desaparezca la causa, deberíamos volver a la normalidad. Este supuesto carácter transitorio de la crisis solo justificaría la adopción de medidas temporales, no estructurales.
Como en cualquier crisis, esta hay condicionantes exógenos, pero la invasión de Ucrania se ha debido sobre todo a la debilidad de Europa, y esta es, a su vez, el resultado de las inadecuadas políticas adoptadas tanto en el ámbito energético como en el de la defensa, por lo que es urgente corregirlas.
Por otra parte, se nos dice que los precios disparados del petróleo y el gas refuerzan la necesidad de invertir en energías renovables. No se dice, sin embargo, que los altos precios de la electricidad se deben en buena parte a una transición energética equivocada, con decisiones como los cierres de centrales térmicas y nucleares, la deficiente inversión en conexiones transfronterizas o el racionamiento de derechos de emisión de CO₂, que han ignorado las importantes limitaciones de las energías renovables, derivadas de su producción discontinua y no almacenable.
Tampoco se reconoce que estas decisiones nos han llevado a ser demasiado dependientes energéticamente de Rusia, lo que, sin duda, ha influido en su decisión de invadir Ucrania.
En cualquier caso, la actual situación ha revelado dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, que las políticas ambientales europeas nos hacen más vulnerables y han colocado en serias dificultades a muchas empresas viables, por lo que se deberían reformular urgentemente.
Además, se ha demostrado que el futuro es menos seguro de lo que pensábamos, por lo que nos debemos plantear si los sacrificios que hacemos para proteger nuestro planeta nos están exponiendo a perder lo más valioso que tenemos como sociedad: nuestra libertad.
Es muy sensato que nos sacrifiquemos para asegurar nuestro futuro, pero en este proceso debemos considerar no solo los aspectos ambientales, sino también los estratégicos.
Considerar los costes derivados de las políticas ambientales genera un enorme rechazo entre muchos ecologistas, que defienden que la naturaleza es intocable, por lo que su protección es innegociable; esto es, no debe ser objeto de cálculo de costes y beneficios.
La invasión de Ucrania es muy probable que ayude a Europa a decidir mejor en el futuro, poniendo a la liberta como objetivo prioritario de nuestras decisiones. Para ello deberemos reformular tanto nuestras políticas de defensa como las relacionadas con la independencia energética y alimentaria. No serán suficiente con unos meros parches.
«Las políticas ambientales europeas nos han hecho más vulnerables, menos libres, y han colocado en serias dificultades a muchas empresas viables, por lo que se deberían reformular urgentemente.»
Luis Vázquez Suárez
Director del Instituto Multidisciplinar de Empresa de Salamanca