La necesidad de aprender es crucial en el ámbito empresarial. Los socios, los proveedores, los trabajadores que no quieren aprender son como globos pinchados. Además de perder el tiempo con ellos, te dejan exhausto.
Hay tres características en las que debes fijarte para identificar a quienes no quieren aprender. Si alguien no valora la crítica, si discute por cosas que no tienen importancia, o si no reconoce el valor de las cosas, no va a aprender porque no quiere aprender.
La auténtica ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de negarse a adquirirlos. Las personas más inadecuadas para una empresa no son las que no saben, sino las que no quieren saber. Porque a las primeros se les puede enseñar y tal vez aprendan, mientras que con las segundas no hay enseñanza posible.
Para aprender hay que saber escuchar
Si una persona no escucha no le puedes enseñar nada porque no quiere aprender. Si alguien no escucha, es un oportunista o un ignorante. A veces se trata de puro egoísmo. Otras veces la falta de escucha se debe a la ignorancia. La ignorancia es atrevida, dice el dicho. Y siendo más precisos, la ignorancia es obstinada, obcecada.
Mucha gente cree que dos personas dialogan cuando hablan entre sí. ¡Error! El diálogo es que yo te hablo y tú me escuchas, y tú me hablas y yo te escucho.
La mayoría de las discusiones no se producirían si la gente escuchase. Pero no todo el mundo escucha.
Simplemente, pregúntate: ¿cuántas personas conoces que sepan escuchar bien? Antes de emprender algo con alguien, interrógate: ¿esta persona sabe escuchar? Ahí está la clave.
En muchas ocasiones existe una solución poco costosa para solucionar un problema, pero no se lleva a cabo porque alguien no escucha. No escucha y, por tanto, no razona. Y a quien no razona, a lo sumo se le puede controlar, pero no se le puede dirigir. Si hace lo que se le dice es por estar encima de él. Pero en cuando se deja de estar encima, vuelve a no hacer caso.
Ya lo establece el dicho: Discute con el sabio y lo harás más sabio; discute con el necio y lo harás tu enemigo. Los juicios son lentos, los prejuicios rápidos.
Quien no escucha no pone cuidado, y el cuidado es la mejor medida del interés. Ver si alguien es cuidadoso, si hace las cosas con calma, meticulosidad y cautela, es la mejor manera de ver si tiene interés por algo. Uno pone cuidado en aquello en lo que tiene interés, y si no pone cuidado es que no tiene interés alguno. Como decía Aldoux Huxley, la indiferencia es una forma de pereza, y la pereza es uno de los síntomas del desamor. Nadie es perezoso con lo que ama.
Saber comunicar no es la panacea. Es obvio que si una persona no escucha, las palabras no sirven de nada. Es imposible que la gente responda a argumentos que no escucha. Sin contar con que la escucha es inútil cuando se produce a destiempo.
Y lo peor de todo: quien no escucha no reconoce haber cometido errores.
La escucha es lo más frágil. Más que la observación y la acción. Lo que oigo, lo olvido; lo que veo, lo recuerdo; lo que hago, lo comprendo, dice un proverbio chino.
No confíes en quien no escucha. Con la gente que no escucha, no sirve insistir. Si no te escuchó la primera vez, ¿por qué te iba a escuchar la segunda?