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¡Dios mío, que voy a llegar tarde!

By mayo 25, 2022marzo 1st, 2023BLOG
¡Dios mío, que voy a llegar tarde!

“¡Dios mío, que voy a llegar tarde!” Así es como nos sentimos hoy en día la mayoría de los profesionales que nos dedicamos a la tecnología en la empresa. Cual Conejo Blanco, mirando a su reloj apresurados porque no llegamos a tiempo en la adopción de los cambios tecnológicos. 

Y no es para menos, a lo largo de los últimos 50 años el ritmo al que se van acaeciendo los cambios tecnológicos es trepidante.

Éstos se suceden cada vez a mayor velocidad y lo que hoy supone una novedad, mañana está ya obsoleto.

Hoy más que nunca, estar al día se ha convertido en una carrera sin fin y contrarreloj. 

Un buen ejemplo para ilustrar la velocidad del cambio son las redes de telefonía móvil.

Hace aproximadamente tres semanas se presentaba en una de las grandes Telcos de nuestro país la nueva red móvil 5G que se estima estará en España a pleno rendimiento en un máximo de dos años.

El 5G, que está apenas llegando, es innovador y revolucionario; permite conectar una gran cantidad de dispositivos al mismo tiempo, garantizando una altísima fiabilidad, asegurando una mayor velocidad de conexión, y lo más disruptivo, con una menor latencia y con un mejor rendimiento. La reducción en la latencia va a permitir que se desarrollen muchas cosas que hasta la fecha eran impensables con sus antecesoras, abriendo un gran campo a aplicaciones tales como el coche conectado o los quirófanos remotos, por dar algún ejemplo donde la inmediatez puede suponer la gran diferencia.

El 5G, como su nombre indica, es la quinta generación de red inalámbrica móvil, pero ¿de cuándo son sus predecesores?

La red 1G se inauguró a finales de la década de los 70. Fue la primera generación de tecnología móvil inalámbrica. ¿A qué parece mentira que esto sucediese apenas hace 40 años? Hoy en día, una vida sin móvil nos parece inimaginable y muy lejana.

Dos décadas más tarde de la llegada del 1G, a principios de los 90, le sucedió el 2G. Esa tecnología incorporaba mayor velocidad, y nuevos servicios como los SMS y conexión a la red vía WAP.

Apenas 15 años después, en el 2005, irrumpe en nuestras vidas el 3G llevando Internet a los teléfonos móviles. 

De nuevo, y esta vez en menos tiempo, 10 años, aparece una nueva generación de red móvil, el 4G. Estamos aproximadamente en el 2011 y esta tecnología implica un incremento en las velocidades de descarga, permitiendo a los dispositivos estar siempre disponibles y conectados.

En un intervalo de 50 años, 5 evoluciones que dejan a los sucesivos predecesores completamente obsoletos y lo más impresionante es que, sin haberse desplegado el 5G, ya se está hablando del 6G donde se prevé que las velocidades de descarga y de subida de datos se multiplicarán posibilitando la conexión sin latencias entre las distintas realidades (virtual, aumentada y mixta).

El caso de las redes móviles es ilustrativo, pero no aislado, en las últimas cuatro décadas hemos vivido la aparición y democratización de los dispositivos móviles (smartphones y tables), la Inteligencia Artificial, el IoT, la biometría, la robótica, el Blockchain, la Realidad Virtual…y un sinfín de tecnologías que vienen para hacernos la vida más fácil.

Tenemos claro que estamos inmersos en un momento único en la historia de la humanidad, en el cual, las tecnologías a nuestro alcance y sus aplicaciones para mejorar nuestras vidas son casi infinitas.

Y si el propósito de la tecnología es facilitarnos la vida, ¿por qué a veces las empresas son tan reacias en su adopción? 

Si bien es cierto que el coste era una barrera muy importante, hace un par de décadas la aparición del concepto de tecnología como servicio (donde pago sólo cuanto consumo) permite hacer accesible dichas tecnologías a la mayoría de los sectores, posibilitando incluso que las PYMES puedan adoptar tecnologías que antiguamente estaban reservadas a unos pocos.

La tecnología per se carece de sentido y debe estar siempre concebida al servicio del negocio, de los clientes, de los empleados, en definitiva, de las personas. No es un fin en sí mismo, sino el mayor catalizador imaginable para nuestras empresas, que nos debe servir para mejorar, para hacer las cosas de la forma más eficiente o incluso, de forma distinta (nuevos negocios). Nos tiene que ayudar a reinventarnos.

Como seres humanos nos asusta el cambio. Nos sentimos cómodos en lo conocido porque nos aterroriza el fracaso. Desde que nacemos nos han enseñado a no caernos, a no fracasar, en definitiva, a no cambiar. 

Ahora estamos reinventando este paradigma porque esos parámetros en un mundo tan cambiante ya no son válidos y el no cambio es el que nos aboca al fracaso. Mientras no entendamos que la tecnología, o más bien su adopción, ya no es una opción, nos intentaremos resistir a ella. Tenemos que hacer de la tecnología nuestro mejor aliado empresarial.

Paradójicamente, la pandemia del COVID ha dado un impulso relevante en la transformación tecnológica, ya que ha enfrentado a muchas empresas ante el reto de tener que hacer las cosas de forma distinta. La transformación dejó de ser una opción y pasó a ser una necesidad. Tenemos que aprovechar la inercia conseguida para seguir impulsando el cambio… seguir haciendo magia.

El escritor británico de ciencia ficción, Sir Arthur C. Clarke, dijo que “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia” así que, mientras que esperamos a que se produzca la magia del cambio, a los profesionales del área de tecnología, nos toca seguir corriendo, como en “Alicia en el país de las maravillas” de Carol Lewis, tratando de estar al día en este inabarcable y apasionante mundo de las nuevas tecnologías al cual debemos respetar y del cual debemos tratar de ser los mejores embajadores. Sabedores de que la suerte siempre favorece a los más preparados.

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