Las nuevas tecnologías han dado lugar a un acceso inmediato a la información, lo cual supone que los consumidores cada vez están mejor y más informados y son más exigentes a la hora de adquirir un producto o servicio.
Este hecho da lugar a que las empresas se encuentren en un entorno cada vez más competitivo y globalizado, donde aparte de cumplir con las expectativas del cliente, deben de mejorar su estructura de costes para mejorar su competitividad.
A la hora de mejorar la eficacia y eficiencia empresarial, la calidad desempeña un papel fundamental, contribuyendo a la mejora de las mismas.
- Eficacia: Alcanzar las metas establecidas por la empresa mediante la satisfacción de las necesidades y expectativas del cliente.
Implantar un correcto sistema de gestión de calidad es identificar los requisitos del producto o servicio, contribuyendo a alcanzar las expectativas del cliente y estableciendo procesos claramente definidos para que el producto o servicio sea homogéneo y conforme a los requisitos establecidos para el mismo.
- Eficiencia: Alcanzar las metas establecidas por la empresa mediante la satisfacción de las necesidades y expectativas del cliente, con el menor coste para la empresa.
A su vez, un Sistema de Gestión de Calidad, ayuda a controlar y estandarizar los procesos de tal forma, que, se reduzca al mínimo la probabilidad de error. Definiendo en todo momento las medidas a aplicar en caso de que los procesos productivos se salgan de los requisitos establecidos, para evitar en lo posible los productos no conformes y mejorar la eficiencia del sistema.
Definir adecuadamente un sistema de gestión de calidad, lleva asociados los llamados costes de calidad, el coste de definir sistemas de prevención, -adelantándose a los posibles fallos y definiendo medidas para evitar que estos ocurran- y el coste de definir sistemas de evaluación -mediante la implantación de indicadores que nos aporten valores cuantificables sobre los procesos-
No definir o no implementar un sistema de gestión de la calidad adecuadamente, supone los costes de la no calidad: costes de los fallos internos (productos no conforme detectado antes de su expedición al cliente), que deben ser desechados y costes externos (no detectados con anterioridad a su expedición) por no alcanzar las especificaciones establecidas al no cumplir los requisitos de calidad o los requisitos definidos por el cliente, que conllevan retiradas de producto, reclamación de cliente y pérdida de imagen.
Por ello debemos de plantearnos la calidad como una inversión, destinada a cumplir los objetivos de la empresa mediante la mejora de la eficacia y además permitiéndole ser más competitiva en el mercado mediante la mejora de la eficiencia, reduciendo, por tanto, el coste marginal por unidad como consecuencia de la mejora continua del proceso.
Todo ello supera el coste de implantación tanto en términos económicos como reputacionales y contribuye a poner en valor otros elementos intangibles de la empresa como su marca.
Consultora Agroalimentaria