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Claves del éxito directivo y conductas que ayudan a alcanzarlo

By junio 20, 2019mayo 11th, 2023BLOG

La clave para desarrollar eficazmente las habilidades directivas es orientarse a los resultados. Actuar así es la única forma de no perder de vista los objetivos, que siempre han de ser lo primero si se quiere tener éxito. La orientación a los resultados depende de cuatro cuestiones:

  • Tener iniciativa y perseverar. Ser proactivo es fundamental para aprovechar las oportunidades y también para algo en lo que se suele pensar menos: no perder el tiempo. Cuando se va a reacción, casi siempre se pierde más tiempo que cuando uno se anticipa. Sin embargo, la iniciativa sola no basta. Dar en el clavo no es suficiente, hace falta clavarlo. Además, perseverar es necesario para no dejarse vencer por las dificultades, especialmente cuando es difícil saber cuánto queda para llegar a la meta.
  • Rodearse de las personas adecuadas. Las crisis surgen muchas veces por no contar con las personas adecuadas dentro de la organización. Por ello, es conveniente rodearse de colaboradores competentes. Los buenos directivos se suelen rodear de gente brillante. Cuando no sucede así, surgen los problemas.
  • Cuidar los detalles. No hay detalles menores. Los detalles siempre cuentan, y son además los que pasan las mayores facturas. Como decía Esopo, los proyectos más grandes son impedidos por pequeñas razones. Basta un eslabón para romper una cadena y una mancha estropea el mejor vestido. En la empresa sucede lo mismo: suelen ser los detalles los que sirven para ganar o perder clientes, o los que hacen que un proyecto tenga éxito o no.
  • Aprender de los mejores. Es prioritario entender las razones que explican el éxito de los competidores que mejor rendimiento obtienen en nuestro sector. Hay que analizar cómo hacen las cosas para ver qué podemos incorporar a nuestro propio negocio.

A su vez, el desarrollo de las cuestiones anteriores depende de otras cuatro habilidades:

  • Estar alerta. Los trenes pasan. Las modas cambian. Los competidores se mueven. Estar alerta potencia la posibilidad de tener iniciativas y de cuidar los detalles.
  • Serenidad. Donde no hay serenidad resulta difícil mantener la sensatez. Perder los nervios conduce a tomar malas decisiones. La serenidad, por el contrario, posibilita ser crítico y concentrarse, siendo esto último imprescindible para poder cuidar los detalles. La serenidad es muy importante para cualquier directivo, pero es básica especialmente para aquellos cuya dedicación principal es la gestión de recursos humanos. La serenidad permite relajar el ambiente en reuniones con un nivel de tensión elevado. Mantener un tono de voz bajo, hablar de forma pausada o mostrar una actitud relajada, son actitudes que suelen hacer efecto en el resto de miembros de la empresa. A la hora de tomar una decisión, la probabilidad de equivocarse es menor si se consigue mantener un estado de calma. Se pueden decir cosas muy importantes sin necesidad de elevar la voz o mostrar agresividad corporal.La serenidad también permite no apenarse mucho por los fracasos ni estar demasiado contento por los logros. Ni hundirse en la miseria ni tirar cohetes.En este mismo sentido, y respecto a la valoración de las propias capacidades, no hay que ser ni soberbio ni humilde. Es una virtud no ser vanidoso, y ser consciente de que poder hoy no necesariamente implica poder mañana. Pero tampoco es una virtud ser excesivamente humilde. La soberbia es mala, pero la excesiva humildad, también. Por la razón contraria, ya que no te deja crecer. Humildad viene de humus. Y nadie debería humillarse. La virtud está en la sinceridad. No se trata de mostrarse superior a nadie, pero tampoco de fingirse (ni menos aún, de sentirse) inferior. Se trata, tan solo, de ser sinceros. Debemos corregir nuestros errores, porque nos dañan, a nosotros y a los demás. Pero nuestra única opción para crecer es apoyarnos en nuestras fortalezas.
  • Ser crítico y desaprender lo inútil. La capacidad de crítica permite desaprender lo que ya no es útil. Sin hacer esto, no se avanza o se avanza muy lentamente. La confianza es vital, pero la confianza ciega es mortal (por ejemplo, creer que tu producto siempre se va a demandar o que los competidores no tienen nada que enseñarte).

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