Para ser eficaces debemos guiarnos por buenas y pocas referencias. No es lo que sabemos, sino lo que aplicamos, lo que puede marcar la diferencia. Se ignora porque no se sabe o porque no se recuerda, pero somos menos conscientes de esta segunda causa, porque solo aplicamos lo que tenemos presente.
No es más sabio el que más sabe…
Dice un antiguo proverbio que no es más sabio el que más sabe, sino el que menos ignora. El pensamiento directivo es el mejor radar que podemos llevar para detectar buenas ideas, ya que combina el análisis, la planificación y el control. Y puede ayudar a que no nos hagamos trampas al solitario. Es el único pensamiento que nos puede hacer libres: cuando no es directivo, el pensamiento es simplemente un reflejo, el resultado de una inercia, una acción o una situación que nos arrastra. Pensar de forma directiva es la única forma que tenemos de tomar la iniciativa en la partida, de causar impacto, de realizar mejores disparos y jugadas.
Pensar de tres formas
La clave para recordar es desarrollar el pensamiento directivo, que consiste en aprender a pensar de tres formas: económica, psicológica y organizativa. Los roles necesarios para desarrollar el pensamiento directivo son el de economista, el de detective y el de diseñador. Respectivamente, se refieren a tres realidades que nos encontramos en cada paso: la de la escasez, la de los otros y la de las tareas. Cada uno de esos tres roles nos proporciona una visión local (de una parte de la realidad), pero para tener una visión global necesitamos los tres. Estos tipos de visión son fundamentales para tomar buenas decisiones, porque todos los errores de visión se pueden agrupar en dos tipos: ver los árboles, pero no el bosque; y ver el bosque, pero no los árboles.
Los tres hechos de la vida
Tanto para liderarte como para liderar, la vida consiste en lidiar con tres hechos: los recursos son escasos, las relaciones son inciertas y las tareas están por hacer y pueden complicarse. Lidiar requiere, respectivamente, cálculo, investigación y organización. Los tres roles son claves porque todos contribuyen a ver las oportunidades y los límites.
El economista, el diseñador y el detective
Para gestionar tus recursos, piensa como un economista. Para conocer a los demás, piensa como un detective. Para gestionar tus tareas, piensa como un diseñador. Combinando el economista y el diseñador, lograrás competencia. Combinando el economista y el detective, obtendrás autonomía. Combinando el detective y el diseñador, mejorarás tus relaciones.
El economista sabe que hay que pensar en costes, beneficios y riesgos. El detective sabe que lo primero es la motivación (el móvil) y que, después, todo depende del modo y la oportunidad. El diseñador sabe que para aumentar el valor final hay que pensar en el valor añadido, y que el resultado depende tanto de los recursos como de su gestión (proceso).
Mirando hacia dentro
Conocerse sirve para definir en qué función lo harías mejor: si piensas como un economista, evitarás ir más lejos de lo que deberías. Cómo es cada uno condiciona cómo se desarrolla la función: si piensas como un detective, sabrás que aquel a quien no le interesa mejorar, te va a empeorar. Cómo se prepara la escena condiciona cómo se desarrolla la función: si piensas como un diseñador, ahorrarás tiempo, porque podrás definir mejor los problemas y actuar con mayor precisión.
La consciencia
El pensamiento directivo tiene que ver con poner nuestro pensamiento a nuestro favor, lo que sucede cuando somos más conscientes de cómo podemos mejorar o tener éxito, y de cómo podemos fracasar.
El pensamiento directivo es aquel que se orienta a descubrir la mejor práctica. Y sirve para no cometer los nada extraños errores que consisten en vender el coche para comprar gasolina (falla el rol de economista), pasar por alto las motivaciones de los demás (no identificándolas o, aún peor, ignorándolas, confundiendo los deseos con la realidad) cuando se establecen relaciones interpersonales (falla el rol de detective) o poner el carro antes de los bueyes (falla el rol de diseñador).
Ser más eficientes
El pensamiento directivo nos permite conocer o conocernos mejor y, en esa medida, ser más eficientes a la hora de dirigirnos o de dirigir a otras personas. Su esencia es que donde hay algo que se pueda mejorar, hay algo que conviene aprender.
Las combinaciones de jugadas
Como en el triángulo del billar, en la vida las combinaciones de jugadas e impactos resultan innumerables, pero los factores son relativamente pocos. El pensamiento directivo nos proporciona un marco como el del triángulo en el juego del billar: aunque no nos permite pensar en todas las jugadas, nos sirve para recoger todas las bolas. Nos facilita ver qué es lo que hay y descubrir qué es lo que falta.